viernes, 9 de julio de 2010

El día más largo, segunda parte.

En capítulos anteriores... Recomendación: no hagáis el viaje en helicóptero. No merece la pena. Y esto lo digo, no por el susto de la puerta, sino porque al no sobrevolar Manhattan (ni siquiera cruzan por Central Park, algo que sí ocurría hasta abril de este año) ya no es lo mismo. Y es preferible un ascenso al Empire States o al Rockefeller Center para hacerse una idea de los rascacielos. Salvo, eso sí, que como a Mireille, os vuelva loco eso de pilotar helicópteros, aviones o cualquier cacharro similar. En ese caso, el viaje es altamente recomendable.

Superada la prueba al valor, decidimos emular a Jane Fonda y Robert Redford en "Descalzos en el parque" y pasear por Washington Square Park, un espacio de recogimiento, lleno de músicos, pintores y demás, en el que los neoyorquinos han colocado un Arco del Triunfo (parecido al de París, pero dedicado a uno de sus fundadores, Washington). Quizá por eso, y por la película, el sitio tiene un punto entre lo romántico y lo bohemio, aunque durante nuestra visita el parque estaba en obras. Aún así merece la pena darse una vuelta por esta zona del Greenwich Village, tal vez uno de los barrios más bonitos de toda la isla. En él encontramos tiendas tan singulares como una papelería artesanal de estilo inglés o una tienda de moda hipermoderna en la que Andrés se compró unos vaqueros, y Mireille encontró un bolso pequeño, pero a precio prohibitivo (ésto último es opinión de Andrés).

Y de parque a parque, nos fuimos a Central Park. Compramos algo de comida dentro del propio parque y nos tumbamos a la bartola unas horas, antes de recorrerlo de cabo a rabo. Y como todo el mundo dice, Central Park es una isla dentro de otra isla. Allí nos encontramos bicis, patines, pintores, barcas, gente haciendo de todo, desde jugar al fútbol (allí le llaman soccer), hasta equilibristas, lectores, y por supuesto, algún que otro "voyeur". Es un lugar único donde te pasarías horas y horas sin hacer nada más que meditar, leer o contar historias. Todo el estress de la ciudad se detiene allí. Hay silencio y encima está limpio.
















Por la tarde tocaba gastar zapatillas: recorrer parte del lago Jackeline Kennedy Onassis (con los dos apellidos) y bajar desde casi el final de Central Park hasta el Rockefeller Center. La intención era ver algo de sol, el atardecer y la noche. Pero llegamos un pelín tarde y ya casi sin sol. Eso sí, las vistas, el atardecer y la noche no tienen comparación. Seguro que desde el Empire son parecidas. Pero nosotros elegimos éste por las colas (no había), porque ofrece vistas de Central Park (el Empire apenas) y porque el edificio sale en una de nuestras series favoritas (30 Rock). El ascensor tarda menos de un minuto en subir 259mts- 68 pisos (como en el curro, minuto arriba) y ofrece tres plantas para vistas, la más alta sin cristales. Es un lugar tranquilo si no hay demasiada gente y si no coincides con excursiones de adolescentes (y hormonantes) italianos. Y el precio no está mal (nosotros sacamos un combinado Rock-Moma, por 30$, con lo cual nos salió por 15$ la entrada al Rock y otros 15$ al Moma, cuando lo habitual son 20 cada una).

Después quedamos con Pedro y Mariví, para cenar y despedirnos, ya que sólo tenían un día y lo iban a aprovechar para compras (se iban el jueves a Punta Cana, a completar su luna de miel). Tras un paseo por Times Square encontramos una pizzeria en la 6 avenida y, aunque pasaban de las 12, les convencimos para hacernos una pizza al momento (las porciones recalantadas no parecían recomendables). Nos despedimos de la pareja, a la que hemos cogido mucho cariño a pesar del poco tiempo que hemos tenido para conocernos. Y de nuevo, esta vez con argumentos de peso, caemos desmayados en la cama.









Fotos: © Mireille A. B. y Andrés F. N.

No hay comentarios:

Publicar un comentario