viernes, 30 de julio de 2010

Últimos apuntes de New York

EL AVIÓN
Es importante revisar el estado de los equipos de entretenimiento -tele y salida de audio- antes del despegue. Aunque no siempre se puede, ya que la mayoría de compañías acostumbran a conectarlos una vez tomada altura. Todo esto viene a cuento porque en nuestro vuelo con Delta Airlines a Mireille no le funcionaba la imagen y a mi me fallaba el sonido, y eso convirtió una parte del viaje en una especie de "No me chilles que no te veo". Lo que no imaginábamos es que a la vuelta nos esperaba el remake: o sea, mas de lo mismo, el equipo de vídeo no funcionaba ni "palante ni patrás", aunque no éramos los únicos. Lo gracioso era comprobar como cuando avisábamos al azafato -pulsando el correspondiente botón- este venia, lo apagaba (el botón de aviso) sin preguntar y se iba. Menos mal que no sufrimos ninguna urgencia. Fueron 8 horas de ida de sueño y otras 8 de vuelta, y en ninguno de ambos casos pudimos disfrutar de películas tan interesantes como Al límiteUn hombre soltero o Percy Jackson y el ladrón del rayo.

LOS CHICLES
En Estados Unidos se comen muchos chicles (es el primer país productor), y en NY también. Pero hemos notado que el suelo de Manhattan no está ni la mitad de manchado por los chicles "caídos en batalla" que el de ciudades como Madrid o Barcelona. Y es que, por fortuna, la mayoría los suele tirar en la papelera. Por desgracia, el día que decidimos comer en Central Park, justo en el sitio que me senté alguien había dejado una muestra en el césped. Y no me digan que eso trae buena suerte. Eso lo único que trajo fue una mancha pegajosa en mis vaqueros.

Ya hemos contado que en la serie Fringe han utilizado en varias ocasiones como localización el Dinner en el que comimos en Williamsburg. Lo que no sabíamos es que una de las fotos, la que hicimos justo al entrar en el barrio judío, iba a coincidir con uno de los momentos más espectaculares de la misma serie.






EL SPANISH
El servicio y la cocina de muchos restaurantes neoyorquinos está formado por empleados de origen hispano (mexicanos, peruanos, ecuatorianos, portorriqueños, colombianos, venezolanos, etc). Y aunque lo entienden y lo hablan –a la perfección–, son reacios a soltarse en español. Es una cuestión de clase, nos explicaron. Para ellos el inglés es sinónimo de aceptación y les hace sentirse más USA y menos discriminados. Puede que, en algunos casos, sus jefes no les permitan que hablen "spanish" en el local, así nos lo han contado. Aunque también hubo excepciones, como Greppa, el dueño de un show-room de Brooklyn, o un señor que nos encontramos en una cola de un restaurante y gracias al cual pudimos comprender todos los ingredientes de las salsas de la carta. Quizá habría que explicarles, a los más vergonzosos, que el español, como lengua, es más antiguo y más rico que el inglés, que tiene más tradición y tanta literatura como la lengua de USA, un país formado gracias al español, al portugués y al francés, que son las lenguas que se hablaban mucho antes de que los colonos holandeses y británicos se instalasen en Manhattan (esas y todas las lenguas indígenas que fueron borradas por los invasores europeos).

EL AGUA.
En todos los bares y restaurantes que visitamos -que no fueron muchos por eso de la pasta- nos sorprendió que antes de tomarnos nota los camareros siempre nos llenaban un vaso de agua hasta arriba. Se agradece un detalle, que además no se cobra.

LOS MCDONALDS y LOS STARBUCKS
De los primeros apenas hay, y los pocos que vimos son pequeños y están escondidos. Será que los neoyorquinos son más listos que el hambre y han aprendido la lección y ya no los "I'M LOVIT". Sin embargo su enfermiza adicción al café ("aguachirli") en vaso grande hace que abunden por todas partes los Starbucks. En Chinatown los hay hasta disfrazados, como éste de la foto..

CENTRAL PARK
Ya hemos explicado sus maravillas, su enormidad, y el remanso de paz que supone en una ciudad de 18 millones de habitantes dedicada casi exclusivamente a los negocios y al ocio (tb negocio). Pero no hay que menospreciar ciertos peligros. Como por ejemplo el de pasear en una zona transitada por "joggins", o sea unos tipos que corren a toda pastilla y que no se detienen ante nada, y contra los que más vale salir por piernas antes de terminar arrastrado. Hay zonas que deberían estar señalizadas como prohibidas para peatones. Y por si esto fuera poco, están los coches. Sí, los coches, los de cuatro ruedas y los de caballos, a los que se les añaden los rickshaw locales. Todos deambulan por las dos avenidas (East Dr. y West Dr.) que cruzan y circunvalan el parque.

LO QUE DEJAMOS.
Terminamos el último post hablando de lo que nos dejamos en NY. Mireille una funda de Iphone que quizás alguien haya reciclado, y yo unas zapatillas adidas que ya habían cumplido su ciclo de vida (más de 10 años) y a las que les permití un largo y reposado descanso muy cerca de Central Park (donde nos hicimos esta última foto con ellas).

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