viernes, 2 de julio de 2010

Control, control y más control

Para viajar a EE.UU. , si eres español, y lo haces como turista, conseguir un visado es relativamente fácil. Solo tienes que acceder a esta dirección y rellenar el formulario con las típicas preguntas tipo "¿Alguna vez ha estado involucrado/a en actividades de espionaje o sabotaje; en actividades terroristas; o de genocidio?", vamos esas a las que si uno es criminal probablemente también conteste que no, salvo que sea estúpido.

En nuestro caso, íbamos prevenidos (digamos acojonados) con tanto control. Nos advirtieron que debíamos estar en Barajas 3 horas antes de la salida del vuelo. Al final con dos horas fue suficiente. Nos dijeron también que lo mejor era facturar las maletas. Las llevamos en cabina sin ningún problema (salvo el peso: en Madrid no más de 10 kg. por cada una, en Air Europa). Y el control exhaustivo sobre el que nos habían prevenido no ocurrió en el JFK de New York, si no en Madrid. Y fue más o menos así:

Primer Control, acceso a fila para sacar tarjeta de embarque: Pasaporte, visa (la dirección de arriba, impresa en papel), billete, y nombres. Segundo control, tarjeta de embarque: lo mismo, más las maletas y el peso correcto (delante nuestro, un chico fue obligado a facturar porque su maleta pesaba unos 15kg.). Tercer control, el puto engorro de zapatos, líquidos, cinturón, relojes: finalmente en Madrid no tuvimos que descalzarnos ni sacar la bolsa del neceser transparente con los líquidos etiquetados con los nombre en inglés (cosas de Mireille). Cuarto y surrealista control, antes de embarcar: en la sala de espera, y en Barajas, unos 4 o 5 agentes (parecían de inmigración de EE.UU.), de nacionalidades variadas (un filipino, un japonés, una negra, un peruano) te piden todo y nos hacen las siguientes preguntas: "¿Habéis hablado con alguien antes de llegar aquí?, ¿Os habéis parado en algún sitio? ¿Tenéis algún familiar en EE.UU.?", y atención especial a ésta, "¿Quién ha hecho las maletas?". Mireille responde sorprendida "Yo misma", y acto seguido piensa, "A que la colocación no es correcta y no nos dejan subir al avión". Jamás se nos hubiese ocurrido que haber hecho la maleta uno u otro fuese causa de rechazo para entrar en EE.UU. Así que, advertidos estáis: pensad bien, pero bien, quién y cómo coloca las cosas en las maletas, porque sino, un señor filipino, japonés o peruano, pueden acabar con vuestras ilusiones viajeras.

Añadir, como anotación, que para buscar alojamiento, acudimos en primer lugar a esta página que hace años nos descubrió Teresa. Hay que registrarse, pero merece la pena. Los apartamentos de N.Y. estaban algo alejados, así que para éste viaje optamos por un hotel. Jose Ignacio nos sugirió el Pod, un hotel nuevo, pequeño, pero cómodo y céntrico. Finalmente nos decidimos por éste de la cadena Room-Mate, todavía más céntrico y con la ventaja de que en la agencia (Viajes Iberia) nos daban un precio muy bueno en el que se incluían traslados y buffet-desayuno. Situado en la calle 45, entre la 6ª y la 7ª, tiene piscina (bueno, jacuzzi grande) en la planta baja, donde funciona como pub los fines de semana (por lo cual es preferible pedir habitaciones a partir de la 6ª planta), y todo está rotulado en inglés y español (la cadena es propiedad de Kike Sarasola). El desayuno, abundante y europeo (zumos varios, pan con aceite y tomate, jamón, quesos, croissants riquísimos, café expresso de varios tipos, además de los consabidos baggels, muffins y donuts variados), ha sido fundamental para mantenernos en pie desde las 7.30 de la mañana hasta las 12 de la noche, y más.


Calle 45, frente al Bond 45 el Hotel Grace













Fotos: © Mireille A. B. y Andrés F.

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